Qué de cuentos (LXIV) : Nos escribía el jardín

Si ayer hablaba de las Dalias del Real Jardín Botánico

https://disfrutandoentreflores.blogspot.com/2025/11/dalias-en-el-dia-de-los-difuntos.html

Hoy traigo aquí este cuento que ha realizado Carmen con el apoyo de IA sobre la visita que realizó con sus alumnos al RJB

 Mapa

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Texto

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Capítulo 1: El mapa de Mikel  

La llegada al jardín

Un dibujo de una persona

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El grupo de 4º ESO cruza la verja del Real Jardín Botánico. El aire huele a tierra húmeda y a promesa de descubrimiento. Mikel, el guía, les espera con una sonrisa y una carpeta de cuero desgastado. 

Mikel (alzando la voz): —Hoy no solo vais a ver plantas. Vais a escucharlas. Sentirlas. Y si sois valientes… quizás os cuenten un secreto. 

Iria (en voz baja a Irene): —¿Secreto? ¿Esto es una clase o una novela de aventuras? 

El mapa revelador 

Mikel abre la carpeta y saca un mapa antiguo, dibujado a mano. No tiene nombres, solo símbolos: una dalia roja, un bonsái con forma de espiral, una nube sobre un invernadero, una semilla brillante. 

Álex (frunciendo el ceño): —¿Dónde están los caminos? ¿Y las etiquetas? 

Mikel: —Este mapa no se lee. Se siente. Cada símbolo os llevará a una planta que guarda una historia. Pero cuidado: el Jardín cambia según quien lo recorre. 

El mapa vibra levemente en las manos de Irene. Un pétalo cae del cielo y se posa sobre el símbolo de la dalia. 

La primera pista 

El grupo se divide en parejas. Cada una recibe una copia del mapa, pero los símbolos cambian ligeramente en cada versión. 

Mikel (guiñando un ojo): —El Jardín os observa. Y os adapta. No hay dos rutas iguales. 

Iria (mirando su mapa): —¿Y si nos perdemos? 

Mikel: —Entonces habréis empezado a entender la botánica. 

El pacto del Jardín 

Antes de comenzar el recorrido, los alumnos se reúnen bajo un tejo centenario. Mikel les entrega una pequeña hoja de papel con una frase escrita en tinta verde: 

Quien respete la raíz, entenderá la flor.” 

Todos guardan silencio. El Jardín parece respirar. El viaje ha comenzado. 

Capítulo 2: El susurro de las dalias 

Una imagen de una flor

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El jardín de los pétalos secretos 

El grupo avanza siguiendo el símbolo del mapa: una dalia roja con espirales doradas. Al llegar, se encuentran rodeados por un mar de flores vibrantes. Las dalias parecen respirar con el viento, y su color se intensifica al paso de los estudiantes. 

 Irene (en voz baja): —¿No parece que nos están mirando? 

Iria (sonriendo): —O escuchando. 

Mikel: —Las dalias guardan historias. Pero solo hablan si las acaricias con respeto. 

El poema oculto 

Álex se agacha y roza los pétalos de una dalia esférica. De repente, una voz suave emerge del centro de la flor, como un susurro que solo el grupo puede oír: 

Fui sembrada por manos que lloraban, y florecí para que otros recordaran.” 

Todos guardan silencio. La flor continúa: 

Cada pétalo es un recuerdo, cada color, una emoción. ¿Queréis conocer el jardín de la memoria?” 

El juego de los colores 

Las dalias comienzan a cambiar de tono: unas se tornan púrpura, otras doradas, otras blancas como la luna. Mikel reparte pequeñas tarjetas con nombres de emociones: “alegría”, “nostalgia”, “curiosidad”, “temor”. 

Mikel: —Elegid una emoción. La dalia que la comparta os contará su historia. 

Irene elige “curiosidad”. Una dalia blanca se inclina hacia ella y murmura: 

Yo nací en el rincón de una escuela, donde nadie miraba. Un niño curioso me regó con preguntas. Y aquí estoy.” 

El cuaderno de pétalos 

Antes de marcharse, cada alumno recibe un pétalo caído con una palabra escrita en tinta invisible. Solo al sol se revela. 

Iria (leyendo el suyo): —“Escucha.” 

Álex: —“Recuerda.” 

Mikel: —Las dalias no olvidan. Vosotros tampoco deberíais. 

El grupo se aleja, con los pétalos guardados en sus libretas. El Jardín ha comenzado a hablar. 

Capítulo 3: Las plantas tóxicas y el acertijo del tejo 

El cartel que no avisa 

Pintura de un árbol

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El grupo sigue el mapa hasta una zona más sombría del Jardín. La luz cambia. El aire se vuelve más denso. Un cartel de madera, medio cubierto por hojas, apenas deja leer:  

 “Zona de plantas con carácter. No tocar sin preguntar.” 

Álex (leyendo en voz alta): —¿Con carácter? ¿Qué es esto, un casting de villanos verdes? 

Mikel (serio, pero con una chispa en los ojos): —Aquí viven las plantas que no se dejan acariciar. Pero también son las que más enseñan. 

El tejo centenario 

En el centro del claro, un tejo enorme extiende sus ramas como brazos protectores. Su tronco está hueco, y dentro hay una piedra con inscripciones. 

Iria (susurrando): —Parece un altar… 

De pronto, una voz grave y pausada surge del interior del árbol: 

Si queréis cruzar, debéis responder: ¿Qué es lo que da vida y muerte a la vez, y no se deja ver?” 

Luna (pensativa): —¿La raíz? ¿El tiempo? ¿La intención? 

Álex (bromeando): —¿La comida del comedor? 

El tejo no responde. Solo deja caer una baya roja. 

El juego de las decisiones 

Mikel reparte tarjetas con nombres de plantas: adelfa, ricino, belladona, estramonio, tejo. Cada grupo debe investigar su planta sin tocarla, solo observando y leyendo los carteles. 

Mikel: —Cada una tiene un poder. Algunas curan, otras matan. Algunas hacen ambas cosas. ¿Podéis distinguirlas? 

Iria (leyendo en voz alta): —“La belladona puede dilatar pupilas… o detener un corazón.” —¡Qué poético y qué inquietante! 

La respuesta 

Irene se acerca al tejo y deja una hoja escrita a mano: 

La intención. Porque una planta no es buena ni mala. Solo espera ser comprendida.” 

El tejo emite un crujido suave. El tronco se abre un poco más, revelando un pasadizo de ramas entrelazadas. 

Mikel (sonriendo): —Habéis respondido con sabiduría. El Jardín os deja continuar. 

Capítulo 4: El bosque de los árboles sabios  

Un dibujo de un árbol

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El claro de los guardianes

El grupo llega a una zona silenciosa del Jardín. Los árboles se alzan como columnas vivas. El aire es más fresco. El mapa señala cuatro símbolos: una hoja de madroño, una rama de olivo, una lágrima de ciprés y un espiral de secuoya.  

Mikel (en voz baja): —Aquí no se habla. Se escucha. Cada árbol guarda una historia que no se puede interrumpir. 

Iria (susurrando): —¿Y si no entendemos lo que dicen? 

Mikel: —Entonces, simplemente permaneced. A veces, la memoria se transmite por raíces. 

El madroño y la resistencia 

El grupo se acerca al madroño. Sus frutos brillan como faroles rojos. Al tocar su tronco, una voz suave emerge: 

Fui el primero en brotar tras el incendio. No temí al humo. Mi fruto es dulce porque conozco el dolor.” 

Irene (emocionada): —Es como si hablara de alguien que ha superado mucho… 

Mikel: —El madroño es símbolo de resiliencia. Y de Madrid. 

El olivo y la paz 

El olivo extiende sus ramas como brazos abiertos. Su corteza parece escrita en espirales. 

Fui sembrado por manos que buscaban tregua. Mis hojas calman, mi aceite cura, mi sombra une.” 

Álex (mirando el árbol): —Este árbol parece un abuelo. 

Iria: —O una carta de reconciliación. 

El ciprés y la memoria 

El ciprés se alza recto, como si vigilara el cielo. Su voz es más grave: 

Guardo los nombres que ya no se pronuncian. Soy columna de recuerdo. No lloro, pero acompaño.” 

Irene (tocando el tronco): —Este árbol me da escalofríos… pero también consuelo. 

La secuoya y el pacto vegetal 

La secuoya es inmensa. Su tronco parece contener siglos. Al acercarse, el grupo siente una vibración en el suelo. 

Yo fui testigo del primer pacto entre humanos y plantas. Mi corteza guarda promesas. Mi altura no es orgullo, es responsabilidad.” 

Mikel: —La secuoya no olvida. Y tampoco juzga. Solo espera que cumplamos lo pactado. 

El círculo de hojas 

Los alumnos forman un círculo bajo los árboles. Mikel les entrega una hoja de cada especie. En cada una hay una palabra escrita con tinta vegetal: “resiste”, “une”, “recuerda”, “cuida”. 

Iria: —¿Y si las guardamos como amuletos? 

Mikel: —O como compromisos. 

El grupo se aleja en silencio. El bosque ha hablado. Y ellos han escuchado. 

Capítulo 5: El laberinto de las plantas aromáticas 

El umbral invisible 

El grupo llega a una zona donde el aire cambia de repente. No hay muros, pero el espacio se siente cerrado. Las plantas aromáticas crecen en pasillos sinuosos: lavanda, romero, menta, salvia, tomillo… cada una con su perfume particular. 

Iria (cerrando los ojos): —Es como entrar en un recuerdo. 

Mikel: —Este es el laberinto de los sentidos. Aquí no se avanza con los pies, sino con la nariz… y el corazón. 

 El juego de los aromas 

Un dibujo de una persona

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Mikel reparte pequeñas esferas de arcilla. Al apretarlas, cada una libera un aroma distinto. Los alumnos deben encontrar la planta que lo originó. 

Álex (oliendo su esfera): —¡Esto huele a pizza! 

Irene (riendo): —Seguro que es orégano. 

Iria (concentrada): —El mío huele a verano en el campo… creo que es lavanda. 

Cada vez que aciertan, una planta se inclina levemente, como saludando. 

El pasillo de la memoria 

Al avanzar, el grupo entra en un corredor donde los aromas se mezclan. Cada estudiante empieza a recordar algo distinto. 

Irene (emocionada): —Este olor me recuerda a mi abuela cocinando. 

Álex: —A mí, a una excursión en primaria. Me perdí entre los arbustos… y encontré una menta salvaje. 

Iria: —Yo recuerdo una tarde en el huerto escolar. Plantamos tomillo y nos manchamos todos. 

Mikel: —Las plantas aromáticas no solo curan el cuerpo. También cuidan la memoria. 

La salida perfumada 

Al final del laberinto, hay una fuente rodeada de albahaca y jazmín. En el agua flotan pétalos con palabras escritas: “recuerda”, “respira”, “ríe”, “cuida”. 

Iria (leyendo): —¿Y si el Jardín nos está escribiendo una carta? 

Mikel: —O una receta para vivir mejor. 

El grupo se sienta junto a la fuente. El aire huele a calma. El Jardín les ha regalado un respiro. 

Capítulo 6: El viaje invisible 

La puerta de cristal 

El grupo llega a los invernaderos. Desde fuera parecen estructuras normales, pero al cruzar la puerta, el aire cambia. La luz se fragmenta en colores suaves. El suelo vibra levemente. 

Mikel (con voz pausada): —Aquí no hay fronteras. Solo ecosistemas que recuerdan. Cada uno os mostrará algo que no sabíais que buscabais. 

Iria (mirando el cristal): —¿Y si no entendemos lo que nos muestran? 

Mikel: —Entonces habréis empezado a aprender. 

El desierto y la paciencia 

Dentro del primer invernadero, el calor es seco. Cactus, suculentas y piedras se extienden como un paisaje detenido. 

Irene (sorprendida): —No hay sombra. Solo espera. 

Una planta suculenta se abre lentamente. En su centro hay una gota de agua suspendida. 

Mikel: —El desierto enseña a valorar lo que no abunda. Aquí, la paciencia es reina. 

La sabana y el ritmo 

El siguiente invernadero huele a tierra mojada. Acacias, hierbas altas y sonidos lejanos de tambores invisibles. 

Álex (mirando una flor amarilla): —Esto parece un baile detenido. 

Iria: —O una canción sin letra. 

Una flor se abre y revela una brújula vegetal. No apunta al norte, sino a una emoción distinta para cada alumno. 

Mikel: —La sabana recuerda el ritmo. El vuestro. El del mundo. 

La selva y la propuesta carnívora 

El último invernadero es húmedo y envolvente. Lianas cuelgan como serpientes dormidas. Una planta carnívora se inclina hacia el grupo. 

Planta carnívora (voz grave): —Si queréis salir, debéis responder: ¿Qué uso tiene una planta que no se ve? 

Iria (pensativa): —La sombra. El descanso. El silencio. 

La planta sonríe. Se abre y deja caer una semilla brillante. 

Planta carnívora: —Habéis respondido con respeto. Podéis continuar. 

El regreso 

El grupo sale de los invernaderos. Todo parece igual, pero algo ha cambiado. Cada alumno lleva una semilla invisible en el bolsillo. No pesa, pero se siente. 

Mikel: —No olvidéis que cada planta guarda un viaje. Y cada viaje, una historia que espera ser contada. 

Capítulo 7: El huerto encantado 

La entrada burlona 

El grupo llega al huerto del Jardín. A simple vista, todo parece normal: hileras de lechugas, tomates, zanahorias, calabazas… Pero al cruzar el seto, algo cambia. Las plantas se mueven levemente. Algunas parecen susurrar entre sí. 


 Álex (mirando una calabaza que se balancea): —¿Eso se ha reído? 

Iria (riendo): —¡Creo que sí! Tiene cara de estar conteniendo un chiste. 

Mikel: —Bienvenidos al huerto encantado. Aquí, las verduras tienen voz… y sentido del humor. 

El reto de la lechuga seria 

En el centro del huerto hay una lechuga enorme, con hojas perfectamente alineadas y expresión severa. A su lado, un cartel dice: 

Para avanzar, hazme reír. Pero cuidado: no tolero chistes malos.” 

Iria (nerviosa): —¿Y si no se ríe? 

Mikel: —Entonces os quedaréis aquí, cultivando paciencia. 

Álex (improvisando): —¿Qué le dice una zanahoria a una cebolla? —¡No llores, que solo estoy saludando! 

La lechuga tiembla… y suelta una carcajada vegetal. Las hojas se agitan como si aplaudieran. 

El desfile de las verduras 

Las hortalizas comienzan a desfilar por los surcos como si fuera una pasarela. Un tomate con gafas de sol, una berenjena con sombrero, una cebolla con pañuelo. 

Iria (asombrada): —¡Esto es surrealista! ¿Estamos en una obra de teatro? 

Mikel: —O en una fiesta de agradecimiento. Las plantas celebran que las hayáis escuchado. 

El regalo del huerto 

Antes de marcharse, cada alumno recibe una pequeña bolsita con semillas. En la etiqueta, una frase escrita con tinta de remolacha: 

Cultiva lo que quieras ver crecer.” 

Luna: —¿Podemos plantarlas en casa? 

Mikel: —Podéis plantarlas donde queráis. Incluso en vuestros recuerdos. 

El grupo se aleja entre risas. El huerto ha sembrado algo más que verduras. 

Capítulo 8: El guardián del tiempo 

 El bonsái del dragón 

El grupo llega a una zona apartada del Jardín. En el centro, sobre una mesa de piedra, hay un bonsái de tronco retorcido, con ramas que parecen formar la silueta de un dragón dormido. Pequeños frutos rojos cuelgan como joyas. 

Iria (asombrada): —¿Es un árbol o una criatura mágica? 

Mikel (con voz solemne): —Es ambas cosas. Este bonsái lleva más de cien años creciendo despacio. Es el guardián del tiempo. 

El diálogo silencioso 

Los alumnos se acercan en silencio. El aire parece detenerse. El bonsái no habla, pero transmite algo. Cada estudiante siente una emoción distinta: calma, nostalgia, gratitud, esperanza. 

Luna (en voz baja): —Es como si me recordara algo que aún no ha pasado. 

Álex: —O como si me pidiera que lo cuidara… aunque no sepa cómo. 

Mikel: —Los bonsáis enseñan que el tiempo no se mide en minutos, sino en cuidado. Cada poda, cada riego, cada espera… es una decisión. 

El cuaderno invisible 

Mikel entrega a cada alumno una hoja en blanco. Les pide que escriban una promesa, pero sin tinta. Solo con el dedo, sobre el papel. 

Iria: —¿Y si no se ve? 

Mikel: —Entonces será más duradera. Porque estará escrita en vuestra memoria. 

Los alumnos escriben: “escuchar”, “respetar”, “cultivar”, “recordar”. 

El suspiro del bonsái 

El viento sopla levemente. Una hoja del bonsái cae y se posa sobre el cuaderno de Irene. En ella, una palabra escrita con savia natural: Gracias.” 

Mikel: —El Jardín os ha escuchado. Y os ha respondido. 

El grupo se aleja en silencio. El bonsái sigue allí, pequeño y eterno, guardando el tiempo de quienes saben esperar. 

Capítulo final: La carta del Jardín 

El banco de los silencios 

El grupo regresa al punto de partida. El Jardín parece más grande, más vivo. Bajo un árbol frondoso, hay un banco de madera con una caja de cristal encima. Dentro, una carta escrita con pétalos prensados y tinta vegetal. 

 Mikel (con voz suave): —No todos los jardines escriben. Pero este sí. Y hoy… os ha respondido. 

Iria (leyendo en voz alta): 

A quienes me han recorrido con respeto, a quienes han escuchado mis raíces, a quienes han reído con mis frutos, y han llorado con mis sombras…” 

La carta continúa 

Gracias por sembrar memoria. Por cuidar sin pedir. Por preguntar sin miedo. Por mirar con asombro.” 

Cada planta que tocasteis, cada aroma que os guió, cada árbol que os habló… os ha guardado en su savia.” 

El regalo invisible 

Dentro de la caja hay cuatro sobres, uno por cada grupo. No tienen nombres, solo símbolos: una dalia, un bonsái, una semilla, una hoja. 

Mikel: —Podéis abrirlos… o guardarlos. Lo importante es que sepáis que el Jardín os ha reconocido. 

Luna (abriendo el sobre del bonsái): —Hay una palabra escrita con luz… “Tiempo”. 

Álex (leyendo el suyo): —El mío dice “Juego”. 

Iria: —“Recuerdo.” 

Mikel: —Y el mío… “Vínculo.” 

La despedida 

El grupo se despide del Jardín. No hay aplausos, ni música. Solo el sonido de las hojas moviéndose como si susurraran. 

Mikel: —No olvidéis que los jardines no terminan. Solo esperan ser recorridos de nuevo. 

Iria (mirando atrás): —¿Y si volvemos algún día? 

Luna: —Entonces el Jardín nos contará otra historia. 

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Un trabajo precioso. Una bonita Guía del Real Jardín Botánico. Gracias, Carmen, por compartirlo y enhorabuena por tu buen hacer.

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